El movimiento sísmico se sintió en la costa y sierra de la región Áncash, seguido de un aluvión que sepultó la ciudad de Yungay.
La catástrofe de Yungay
El movimiento sísmico aconteció a las 15:23. Diez minutos después, desde el pico norte del nevado Huascarán, el glaciar 511 se desprendió en una franja de unos 800 metros de ancho por 1,500 metros (1.5 km.) de largo, la cual al caer provocó una avalancha de 30 millones de toneladas de lodo, hielo y piedras.
Lo que sucedió en Yungay fue lo más doloroso. La avalancha dejó 20 mil muertos. Unas 300 personas se salvaron de morir a la zona más alta del cementerio general, cuyo Cristo Redentor salió intacto. También sobrevivieron los niños y adultos que estuvieron en un circo instalado en el Estadio Fernández.Los sobrevivientes tuvieron que cavar fosas comunes para enterrar a sus muertos.
La plaza de Yungay era adornada con 36 palmeras, de las cuales solo cuatro quedaron de pie después de la catástrofe.
Los helicópteros de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), no pudieron movilizarse por la nube de polvo que se mantuvo a ras del suelo yungaíno. Los helicópteros pudieron entrar recién el martes 2 de junio a las zonas de desastres más graves del Callejón de Huaylas. Al día siguiente, miércoles 3, unas 72 horas después del sismo, recién se pudo romper el aislamiento del departamento. A partir de ese día, la ayuda humanitaria del Gobierno y de los países vecinos empezó a llegar
Poblaciones afectadas
El terremoto afectó también otras poblaciones ancashinas como Carhuaz y Caraz, Yungay, Recuay y Huari; y los distritos de Ocros, Cajacay y Mancos. También azotó las zonas costeñas de Huarmey, Casma y Chimbote. A la altura de estas dos últimas, a 50 kilómetros en el fondo del mar, había ocurrido el fatal epicentro.
El sur de Chimbote fue destruido, especialmente en los alrededores del cerro San Pedro. La Cruz Roja Peruana estimaba en dos mil personas los posibles muertos, todos enterrados bajo los escombros. Chimbote fue el primer lugar al que llegó el presidente de la República, el general Juan Velasco Alvarado, el lunes 1 de junio.
También en Huarmey el terror consumía a la gente. Ni las iglesias, municipios o instituciones públicas quedaron en pie. Incluidos los mercados, escuelas y hoteles no podían habitarse de nuevo. Al menos 6 mil personas, a las 48 horas del desastre, pedían ayuda.
FOTO: El Comercio
La solidaridad del mundo
La ayuda del exterior, canalizada por la Junta de Asistencia Nacional (JAN), empezó a llegar a los pocos días del suceso. Los medicamentos, víveres, ropa de abrigo y otros elementos llegaron de Canadá. La ayuda llegó también desde los países nórdicos de Suecia, Finlandia y Noruega; así como de Holanda, los países asiáticos, EE.UU. y la URSS.
Médicos alemanes, estadounidenses, cubanos, argentinos y chilenos atendieron a los heridos más graves y luego previnieron epidemias, para lo cual en los 15 días siguientes se llegaron a vacunar a unas 80 mil personas. Las cuadrillas de médicos, bomberos, enfermeras, soldados y miembros de la Cruz Roja Peruana, llegaron a los lugares destruidos.
FOTO: El Comercio
DATOS
· Se calcula que hubo, en total, 75 mil muertos y 150 mil heridos, así como 600 mil damnificados que quedaron sin techo. Esto significó más de 100 mil viviendas destruidas solo en el Callejón de Huaylas.
· Los efectos se vivieron no solo en el departamento en conjunto sino también en varias ciudades de La Libertad, en el que el río Moche quedó contaminado por la caída en varios puntos de relaves mineros; y también en Lambayeque y hasta en Cajamarca, donde se derrumbó la torre y el campanario de la Catedral.
· Paralelamente a la catástrofe del Callejón de Huaylas, en Áncash, que traía depresión y angustia, el Perú vivía una euforia por las victorias y el buen juego de la selección peruana de fútbol en el mundial de México 70. El equipo de Cubillas, Sotil, “Perico” León y Chale demostró coraje y amor propio para sobreponerse a las dificultades que vivía el país.
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